El mito más caro de tu vida: “cuando esté listo”

Español | Inglés

Hay una frase que escucho mucho en clases de yoga, 
en conversaciones con amigos y, 
durante mucho tiempo, en mi propia mente:
“No me siento listo… por eso no lo hago.”
“Cuando me sienta listo, lo hago.”

Pero la verdad —humana e incómoda— 
es que nunca vamos a sentirnos completamente listos 
antes de empezar algo nuevo.

Ni en yoga.
Ni en la vida.
Ni cuando te enfrentas a una postura que te reta, 
ni cuando inicias un proyecto que te importa, 
ni cuando decides moverte hacia una versión más honesta de ti mismo.

La primera vez nunca se siente cómoda.
La preparación completa no existe.
Lo único real es el inicio —imperfecto— y es suficiente.

Cuando empecé yoga hace más de seis años, 
no tenía idea de lo que estaba haciendo.
Las piernas me temblaban, mis manos no llegaban a mis pies, 
me frustraban los equilibrios e hiperventilaba en todas la clases. 

Pero con la repetición, algo empezó a cambiar.
Cambios pequeños: un poco más de estabilidad, 
una respiración menos acelerada, 
un movimiento que al fin empezaba a sentirse familiar, 
un poco más de seguridad.

Esos microcambios hablan.
Son la prueba de que el cuerpo entiende antes que la mente.

Más adelante, leyendo a Pattabhi Jois, Iyengar y a Mark Nepo, 
confirmé lo que estaba experimentando:
La confianza no se siente al principio. Llega después.
Es un resultado, no un requisito.
Nace de la experiencia, no de la imaginación.

B.K.S. Iyengar decía:
“La práctica constante trae estabilidad.”

Hoy sabemos —gracias a estudios— 
que el cerebro solo construye los circuitos de competencia 
mientras hacemos la acción, no antes.

Andrew Huberman lo explica así:
Acción → dopamina → claridad → más acción → confianza.
Nunca al revés.

Esto significa que primero tienes que hacer algo 
—aunque sea un paso pequeño— 
para que el cerebro active dopamina, 
que es el químico que te da sensación de avance y motivación. 

Esa dopamina te da un poco más de claridad para continuar, 
y esa claridad te impulsa a seguir tomando acción. 
Y con esa repetición, con esa suma de pequeños intentos, 
es cuando finalmente aparece la confianza.

No funciona al contrario.
No puedes esperar a sentir motivación o confianza 
antes de empezar, porque tu cerebro solo produce 
esos estados después de que ya te moviste. 

Por eso la acción, incluso imperfecta, es la que abre todo el proceso.

Carol Dweck, con su trabajo sobre growth mindset, confirma:
La mente interpreta la incomodidad como señal de crecimiento, no de incapacidad.

Eso significa algo muy simple,
esperar a sentirte listo es biológicamente inútil.
Tu cerebro no puede darte la sensación de estar listo 
para algo que nunca has hecho.

La única manera de sentir seguridad es entrando en lo desconocido.

Cuando el cuerpo siente peligro (aunque no exista peligro real).

Cuando enfrentamos algo nuevo —una postura, 
una conversación, una decisión, un inicio— 
el cerebro activa el mismo sistema que se prende ante una amenaza.

Por eso sientes:
- manos sudadas
- respiración corta
- voz temblorosa
- ganas de postergar

Y se regula exactamente igual en yoga y en la vida: 
respirando mientras lo estás experimentando.

Por eso la respiración es tan poderosa:
alarga la exhalación → baja adrenalina
suaviza el ritmo → manda señal de “no hay peligro”
tu cuerpo se calma → tu mente te cree

La respiración es el puente entre el miedo y la acción.

Hay posturas que nos enseñan esto bastante,
que te confrontan, te muestran tus límites y tus miedos.

Para mí, Kapotasana es una de ellas.

Para quienes no la conocen: es un arco profundo desde rodillas, 
pecho abriéndose hacia el frente, manos extendiéndose 
hacia atrás alcanzando los talones.

Es fuerza, apertura, movilidad, paciencia, presencia… todo al mismo tiempo.

Llevo semanas trabajándola.

Y cada intento parece una lista de razones para no sentirme lista:
- No estoy lista para sentir tensión en la espalda.
- No estoy lista para sentir esa presión en la garganta.
- No estoy lista para sentir que no puedo controlar mi respiración.

Pero algo pasa cuando dejo de esperar 
la sensación de “ya estoy lista” e ignoro 
las excusas que mi mente quiere poner.

Entró sin resistirme.
Ha sido difícil ganarle a la mente, 
y es algo que me sigue costando.

Pero cuando lo hago puedo entrar mucho más suave y controlado.
Y dentro de la postura, respirando, entendí:
La valentía no aparece antes de hacer algo; 
aparece cuando lo estás haciendo.

El yoga y la vida funcionan igual.

Siempre creemos que necesitamos más para empezar:
más preparación, más seguridad, más señales,
más claridad, más tiempo.

Pero en realidad necesitamos menos:
menos duda, menos autoexigencia, 
menos esperar perfección, menos posponer.

Pattabhi Jois lo resumía en una frase que carga mucha verdad:
“Haz tu práctica y todo llegará.”
Empieza.
Muévete.
Permítete ser principiante.
Lo demás se acomoda en el camino, no antes.

Hay varias maneras de trabajar esto:
- respira antes de decidir
- entra/hazlo sin resistirte
- repite aunque no te salga
- hazlo imperfecto 
- sé principiante

Nadie está listo… pero todos podemos empezar.

La próxima vez que escuches tu mente decir:
“cuando me sienta listo…”

Haz una pausa.
Respira.
Recuerda:
la sensación de estar listo no llega antes de empezar —llega después.

En yoga, en tus relaciones, en tus decisiones, en tus proyectos, en tus sueños…
El inicio viene antes de la confianza.
La acción viene antes de la seguridad.
La valentía viene antes del “sí puedo”.

Los yoguis llevan diciendo algo por años: 
—y la ciencia hoy en día lo confirma—
Cuando te expones gradualmente a algo que te incomoda, 
y lo haces respirando, el cerebro reinterpreta la experiencia como segura.

Le quita el “peligro”, pero mantiene el crecimiento.

Es lo que en neurociencia se llama exposición con regulación,
y en yoga se llama abhyasa: práctica constante, sostenida en el tiempo.

Ambas describen lo mismo:
seguir apareciendo, aunque no te sientas listo.

Patanjali lo decía en los Yoga Sutras:
“Abhyasa y vairagya lo sostienen todo.”
Práctica constante y no aferrarte al resultado.

Haz tu parte, suelta el perfeccionismo y permite que el proceso haga lo suyo.

Eso es exactamente lo que pasa
en tu primera clase,
en un proyecto nuevo,
en una conversación pendiente,
en un sueño que te asusta.

Primero llegas con miedo.
Luego respiras.
Luego repites.
Y con el tiempo aparece una sensación diferente:
una confianza que se siente más estable, más real.

El cuerpo aprende antes que la mente.

Una de las cosas más bonitas del yoga es que 
el cuerpo empieza a registrar la fuerza, 
la estabilidad y la calma mucho antes de que tu mente lo crea.

Por eso, a veces tú sigues pensando “no estoy listo” 
mientras tu cuerpo ya está listo desde hace semanas.

La ciencia le llama memoria somática.
El yoga le llama tapas: esa capacidad interna 
de sostener el fuego del esfuerzo sin quemarte.

Y ambos coinciden en esto:
el cuerpo guarda pruebas de tu progreso 
aun cuando tu mente se queda anclada en la duda.

Por eso vale la pena seguir, aun con miedo.
Porque hay partes de ti que ya están preparadas, 
aunque tú no lo notes todavía.

Abrir un estudio también se siente así.

Hace unos meses entendí esto fuera del tapete.

La idea de abrir mi propio estudio es un sueño, 
pero antes encontraba razones para no hacerlo:

Responsabilidades, miedo, dudas, la sensación de ser “muy joven”, 
la incertidumbre económica, y el “no estoy lista”.

Pero mi novio fue el que me recordó algo importante, 
si esperaba sentirme lista para dar un paso tan grande, 
nunca iba a hacerlo.

A veces necesitamos a alguien que nos lo refleje.

Lo escuché, respiré, y firmé los contratos.
No porque me sintiera 100% lista,
sino porque entendí que nunca iba a llegar a ese 100%.

Y justo después de dar ese paso —minutos después— 
sentí algo muy parecido a lo que siento en yoga 
cuando entro a una postura que me retaba:

Una calma,
una claridad que antes no estaba,
una sensación interna de “sí, puedo con esto.”

La acción genera claridad.
La claridad genera confianza.
La confianza genera movimiento.

A veces creemos que crecer es sentirnos seguros antes de dar un paso.

Pero crecer, en realidad, es aprender a avanzar 
con el corazón latiendo fuerte,
con la respiración presente
y con la humildad de aceptar que 
estamos aprendiendo sobre la marcha.

El yoga me ha enseñado, 
que los comienzos no se sienten firmes,
que la mente duda,
que el cuerpo tiembla,
y que aun así
podemos sostenernos a nosotros mismos 
mientras algo nuevo toma forma.

Y tal vez ahí está la enseñanza más honesta de todas:
no necesitas sentirte listo para empezar.

Necesitas empezar para descubrir de qué estás hecho.

Confiar en que el camino se revela paso a paso,
igual que en la práctica.

Si estás en un punto donde sabes que quieres dar un paso,
aunque no te sientas listo…

Aquí practicamos respirar dentro de lo desconocido.
Practicamos descubrir de qué estás hecho.

Respira.
Da el paso.
Empieza.
Anterior
Anterior

El arte de sostenerse cuando la vida se mueve

Siguiente
Siguiente

Domina tu respiración, y dominarás tu mente