¿Qué carga sigues llevando… que tu cuerpo ya te pidió soltar?

Español | Inglés


A veces caminamos por la vida
como si todo estuviera “bien”,
pero el cuerpo nos delata.

Sabe cuando estás cansado,
cuando estás tenso,
cuando estás sosteniendo más de lo que puedes decir en voz alta.

Y muchas veces,
sin darnos cuenta,
cargamos cosas que no nos corresponden:
responsabilidades, culpas, expectativas, perfeccionismo, miedo.

Cargamos el “tengo que”, el “debería”,
el “qué van a pensar”,
el “no me puedo equivocar”.

Y lo hacemos tan automático
que creemos que así es vivir.

Yo he cargado tantas cosas…
y por tanto tiempo,
que ni siquiera sabía que las llevaba encima.

El estrés de dejar todo para el último minuto,
la adrenalina de existir siempre a prisa,
la culpa de querer hacerlo perfecto,
la vocecita que te dice que no es suficiente,
que tú no eres suficiente.

Esa sensación de correr todo el día
y aun así, sentir que no alcanzas nada.

Ese “me hago cargo de todo”,
aunque por dentro estés roto.

Y lo más fuerte es que sigues avanzando
como si nada pasara.
Como si fuera “normal” sentirte así de cansado por dentro.

Esa carga se vuelve normal.
Te acostumbras a vivir apretado,
agotado, autosuficiente hasta el extremo,
incendiándote por dentro para no fallarle a nadie.

En psicología, esto se llama sobrecarga cognitiva emocional.
Es cuando tu mente sostiene tantas tareas invisibles
que ya no distingue qué sí te pertenece
y qué estás cargando por obligación, miedo o costumbre.

También existe la autoexigencia crónica,
que se activa con patrones como:
perfeccionismo,
miedo al error,
evitar decepcionar,
culparte por descansar,
suponer que debes ser “más fuerte”,
posponer todo hasta explotar.

Y aunque parezca “nada”,
el cerebro lo resiente muchísimo.

La ciencia dice que estos patrones:
elevan cortisol,
activan la amígdala (el miedo y la ansiedad),
inhiben el sistema de calma,
drenan la energía mental hasta un 20–40%.

Es literalmente cargar un peso invisible todo el día.

Yo conozco ese peso.
Lo viví años.
Y a veces todavía lo encuentro escondido en mí.

Cargar la responsabilidad emocional de otros,
querer sostener más de lo que puedo,
exigirme hasta el extremo,
sentirme culpable por no poder con todo.

Cargar estrés,
cargar miedo,
cargar expectativas ajenas,
cargar versiones de mí que ya no existen.

Es como caminar con una mochila invisible
que cada día pesa un poco más.

Todos cargamos algo.
Y cuando cargas de más,
el cuerpo lo nota antes que tú y termina hablando por ti,
en forma de cansancio, tensión, ansiedad o silencio.

Yo ya sentía ese peso.
Sabía que necesitaba una forma de soltar,
de respirar, de encontrarme sin tanto ruido externo.

En ese momento yo buscaba cualquier cosa
que me ayudara a escucharme de verdad,
que me regresara a un lugar dentro de mí,
que no dependiera de expectativas ni de presión.

Y sin darme cuenta, 
el yoga se convirtió en esa puerta. 
Llegó como un recordatorio.

Para reconocer qué llevo encima.
A mirar con honestidad qué he estado cargando.
A escuchar lo que mi cuerpo quiso decirme.

De que puedo soltar.
De que no tengo que ser fuerte todo el tiempo.
De que no tengo que cargar lo que pesa más de la cuenta.
De que puedo aterrizar, respirar, y escuchar lo que llevo dentro.

Cuando empecé a practicar más constante,
cuando me comprometí conmigo misma sin excusas, 
algo en mi interior comenzó a reacomodarse.

El yoga empezó a mostrarme
dónde aprieto,
qué sostengo,
qué me callo,
qué guardo,
qué me pesa.

Me mostró cómo mi espalda cargaba culpas,
cómo mis hombros cargaban preocupaciones,
cómo mi pecho cargaba ansiedad,
cómo mi respiración cargaba historias no dichas.

Y poco a poco, con el tiempo,
empecé a soltar.

La ciencia lo explica así: 
Cada respiración profunda
desactiva el sistema de alarma del cerebro.

Cada estiramiento
libera tensión emocional acumulada en el tejido muscular.

Cada regreso al tapete
fortalece el sistema nervioso
y rompe patrones de estrés crónico.

Cada vez que te presentas,
aunque no tengas ganas,
tu cerebro aprende una nueva forma de estar contigo.

El yoga no solo flexibiliza el cuerpo,
flexibiliza la mente.

La vuelve más suave.
Más consciente.
Más honesta.
Más tuya.

Sé lo poderoso que es soltar
porque lo he vivido en mi vida.

La versión de mí que vivía para complacer,
para no fallar,
para cargar más,
para ser perfecta,
ya no existe.

He trabajado en volverme más ligera,
más auténtica,
más honesta conmigo.

Antes cargaba demasiado.
Hoy elijo cargar solo lo mío.
Lo que sí me corresponde.
Lo que sí me hace crecer.

Todo lo demás…
lo dejo ir.
Lo suelto.
Lo respiro.
Lo acomodo.

Y quizá tú también estás cargando cosas
que ni sabías que pesaban tanto.

Quizá estás cargando expectativas,
o ansiedad,
o estrés,
o historias viejas,
o culpas que no te pertenecen,
o silencios que te pesan,
o la presión de ser “perfecto”.

Y no tienes que hacerlo solo.

El yoga es una invitación a descargar.
A bajar el peso.
A detenerte.
A volver a ti.

Si sientes que ya no quieres seguir cargando tanto,
si estás listo para sentirte más ligero por dentro…

Te espero en Niyat.

Juntos vamos a aprender a soltar
todo eso que te pesa
y a quedarte con lo que sí te sostiene.

Respira.
Suelta.
Vuelve a ti.


Anterior
Anterior

Lo que tu mente esconde, tu cuerpo lo dice

Siguiente
Siguiente

¿Quién serías sin esa voz que te limita?