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A veces creemos que lo que nos frena
es la falta de fuerza, de flexibilidad, de tiempo…
pero casi siempre, lo que realmente nos limita
es la voz dentro de nuestra cabeza.
La voz que juzga, que duda, que cuestiona todo.
La que te dice “no eres suficiente”,
“todavía no estás listo”,
o “si fallas, te van a ver”.
Esa voz… no es tu enemiga.
Solo está mal entrenada.
Durante muchos años —y todavía a veces hoy—
yo también necesitaba que alguien más me dijera
“sí puedes”, “vas bien”, “inténtalo así”,
para entonces creerlo yo.
Y no era debilidad.
Era humano.
En psicología, a esto se le llama sesgo de confirmación:
la tendencia de la mente a buscar evidencia externa
para validar lo que siente por dentro.
Es como necesitar un espejo
para recordar tu propio poder.
La investigadora Brené Brown lo llama
“los relatos invisibles que escribimos en nuestra cabeza”:
historias automáticas, repetitivas,
que nos limitan mucho más que cualquier realidad externa.
Lo impresionante es que la ciencia lo confirma:
los pensamientos negativos reducen tu capacidad mental,
tu motivación, tu claridad, tu impulso.
La voz interna, cuando está mal entrenada,
se vuelve un freno constante.
Pero si algo me ha enseñado a cambiar esa narrativa…
ha sido el yoga.
Cuando entras a tu tapete,
no solo entrenas el cuerpo.
Entrenas la mente.
Cada postura difícil es una conversación:
La postura dice:
—Inténtalo otra vez.
La mente responde:
—No puedo.
El cuerpo susurra:
—Inténtalo un poquito más.
Y ahí, en ese espacio tan íntimo,
empiezas a notar cosas.
La primera vez que intentas algo nuevo,
la mente se adelanta a fallar antes que el cuerpo.
Pero cuando, con el tiempo,
algo que parecía imposible se vuelve posible…
algo adentro hace clic.
De pronto entiendes:
“no era mi cuerpo el que no podía…
era mi pensamiento”.
Eso es neuroplasticidad:
la capacidad del cerebro de reescribirse,
crear nuevos caminos,
generar nuevas creencias.
La ciencia lo dice.
El yoga te lo demuestra.
Yo fui una persona muy insegura.
Aunque hacía lo que mi intuición me pedía,
por dentro dudaba.
Me comparaba, me escondía, me cuestionaba.
Buscaba aprobación externa sin darme cuenta.
Y aun así seguía.
Aun así intentaba.
Con los años entendí que no era falta de capacidad.
Era falta de confianza interna.
Y esa confianza… también se entrena.
La mente tiene un patrón muy fuerte llamado evitación.
Cada vez que evitas algo —una decisión, una acción, un reto—
tu cerebro aprende:
“Evitar se siente seguro”.
Y la siguiente vez, evitar será más fácil.
Y luego más.
Y después, inevitable.
La ciencia dice que evitar algo una sola vez
aumenta entre 50% y 70% la probabilidad de evitarlo después.
La mente aprende rápido.
A veces demasiado rápido.
Pero lo hermoso es que también aprende lo contrario.
Cada vez que haces algo a pesar del miedo,
tu cerebro refuerza un circuito distinto:
dopamina, valentía, claridad, presencia.
Acción → confianza → más acción.
Un efecto dominó positivo.
Lo que haces se vuelve quién eres.
Por eso el yoga ayuda tanto.
Porque te entrena a hacer, no a evitar.
A respirar, no a huir.
A escuchar, no a reprimir.
Cada postura que antes no podías
y ahora sí, es evidencia de que puedes reescribir tu historia.
Cada día que vuelves al tapete
aunque no tengas ganas,
refuerzas un mensaje interno:
“estoy aquí por mí”.
Eso también es neurociencia.
Eso también es sanación.
Y hay algo hermoso en practicar acompañada:
una maestra, una comunidad, una voz externa
que a veces te presta la confianza
que tú todavía no te crees.
Lo he vivido.
A veces necesitaba que alguien me dijera “sí puedes”,
para yo atreverme.
Pero llega un momento —y ese momento es mágico—
en el que tu propia voz interna
empieza a decirte “sí puedes”
antes de que alguien más lo haga.
Ese es el verdadero inicio de la transformación:
cuando dejas de frenarte
y empiezas a impulsarte.
Cuando tu mente deja de ser un límite
y empieza a ser una aliada.
Así que la próxima vez que escuches esa voz
que te dice “no puedes”,
pregúntate:
¿Es mi cuerpo?
¿O es el miedo hablando más fuerte que mi respiración?
Todos dudamos.
Todos sentimos miedo.
Todos necesitamos guía alguna vez.
Pero también podemos entrenar a la mente
a ser un lugar más amable,
más libre, más nuestro.
Y el yoga te lo enseña todos los días.
Si quieres empezar a entrenar esa voz interna,
si quieres sentirte acompañada en el proceso,
si te gustaría descubrir lo que sí puedes
aunque tu mente aún no lo crea…
Te espero en Niyat.
Vamos a construir una práctica
que te abra el cuerpo
y te abra la mente.
Dentro de ti hay una fuerza enorme
esperando a que le des permiso de brillar.
Respira.
Confía.
Empieza.