Salir del automático: el primer paso para volver a ti

Español  | Inglés


A veces vivimos sin darnos cuenta
de que dejamos de vivir.

Caminamos, respondemos mensajes,
cumplimos pendientes,
hacemos lo que “toca”,
pero por dentro estamos en gris.

Y lo más fuerte es que aprendemos a vivir así:
con un vacío suave,
con una presencia a medias,
como si estuviéramos aquí
solo imitando que estamos aquí.

No es tristeza ni depresión.
Es algo más silencioso:
estamos en piloto automático.

En neurociencia, este estado tiene nombre:
la Red por Defecto (RPD).

La red que se activa cuando no estás presente,
cuando tu mente se escapa al futuro o al pasado,
cuando la vida sigue corriendo
pero tú… no estás dentro de ella.

La RPD no es “mala”.
Es parte del cerebro humano.
Nos ayuda a funcionar sin pensar en cada paso.
Pero cuando se vuelve tu modo principal…
te apaga.

Y lo más duro es que rara vez notas
en qué momento comenzó.

Un día simplemente despiertas
y te das cuenta de que hace mucho
no te sientes realmente tú.

He estado ahí.
En ese lugar donde haces mucho
pero sientes poco.
Donde te ríes pero no se siente real.
Donde avanzas… pero sin alma.
Donde ya no te preguntas qué quieres,
qué necesitas, qué sientes,
porque ni tiempo tienes de escucharte.

A mí me pasó en etapas
donde cargaba demasiado.
Me exigía tanto, sostenía tanto,
quería ser tan fuerte para todos,
que algo dentro simplemente se apagó.

Como si mi sistema nervioso hubiera dicho:

“No puedo con todo esto. Mejor me desconecto.”

Ese estado en psicología se llama
respuesta de congelamiento.
No luchas.
No huyes.
Solo… te apagas.
Es tu cuerpo protegiéndote
cuando ya no puede con más.

Y cuando te apagas, sin darte cuenta,
empiezas a alejarte de ti.

Respiras menos.
Sientes menos.
Miras la vida pasar como si fuera de alguien más.
Y te convences de que “así toca”,
de que “esto es ser adulto”,
de que “no pasa nada”.

Hasta que algo —una práctica, un momento, una pausa—
te toca desde dentro
y te recuerda que todavía puedes volver.

Para mí, ese “algo” fue el yoga.

Me regresó poquito a poco.
A mi cuerpo.
A mi respiración.
A mi voz interna.
A un lugar donde sí me sentía viva.

El yoga activa otra red del cerebro:
la Red Atencional Dorsal (RAD).
La red de la presencia.
La que te ancla a este instante exacto.
La que baja el ruido mental
y prende tu vida por dentro.

Estudios de Harvard sobre mindfulness y movimiento consciente muestran que la práctica repetida:
- reduce la hiperactividad de la RPD
- fortalece el córtex prefrontal (decisiones, enfoque)
- baja la reactividad de la amígdala (miedo / ansiedad)
- mejora la regulación emocional
- incrementa la sensación de “estar aquí”

Cuando respiras consciente,
cuando sostienes una postura,
cuando te quedas contigo aunque incomode,
estás inhibiendo la Red por Defecto.

En otras palabras:
estás saliendo del piloto automático.

Y ahí entra la neuroplasticidad:

“Lo que repites, se fortalece.”

Si repites desconexión → tu cerebro la normaliza.
Si repites presencia → tu cerebro la adopta como hogar.

Por eso la constancia importa más que la intensidad:
porque literalmente reorganiza tu sistema nervioso.

Cada vez que vuelves al tapete, fortaleces redes que regulan:

• tu calma
• tu enfoque
• tu autoobservación
• tu capacidad de elegir distinto
• tu energía mental
• tu forma de responder a la vida

Y debilitas las que sostienen:

• la evasión
• el adormecimiento
• el “estoy bien” cuando no lo estás
• la vida en automático

Y entonces la vida empieza a cambiar
fuera del tapete.

Comienzas a dormir mejor.
A comer por intuición.
A dejar de castigarte por no ser “perfecto”.
Aprendes a escuchar señales antes de explotar.
Te vuelves más honesto, más ligero, más tú.

Para mí, el yoga prendió una luz interna
que llevaba años apagada.

No me hizo “otra persona”.
Me regresó a mí misma.

Tal vez tú también lo has sentido:

Días que pasan sin que los vivas.
Risas que no se sienten tan tuyas.
Momentos donde tu cuerpo está
pero tu presencia… ya no tanto.
Expectativas ajenas que cargas sin cuestionar.
Silencios que duelen.
Cansancios que pesan.
Esa sensación de
“no sé cuándo dejé de sentirme yo”.

No estás solo.
No estás roto.
No estás fallando.

Tu sistema nervioso solo está pidiendo
volver a ti.

El yoga es esa puerta.
Una forma de reencenderte.
De volver a sentir.
De habitarte otra vez.

No para ser perfecto.
Para ser real.
Para ser tú.

Si sientes que estás funcionando en automático,
si quieres encenderte de nuevo…

Te espero en Niyat.

Aquí practicamos regresar.
Practicamos despertar.
Practicamos volver a vivir.

Respira.
Enciéndete.
Vuelve a ti.



Anterior
Anterior

Domina tu respiración, y dominarás tu mente

Siguiente
Siguiente

Lo que tu mente esconde, tu cuerpo lo dice